noviembre 11, 2012

Cuentos


Sangre de Luna

Me desperté en el frío de la noche sola en ese lugar, no entendía el porqué, ni el quién, no sabía quién era, sólo sabía una cosa: estaba en un bosque oscuro con la única luz, la de la luna... brillaba tanto que daba sensación de vitalidad a todo mi cuerpo. Miré a mi alrededor y sólo observé campo verde mojado por el rocío, árboles altos y frondosos. Los animales del bosque no se encontraban presentes en ese lugar, dormían en un ligero y temple sueño. Los únicos que parecían notar mi presencia y que algo diferente había en ese bosque eran los búhos y las lechuzas, incluso algún murciélago. Los animales de la noche y yo parecíamos estar conectados por alguna fuerza: ellos estaban ahí, quietos como si me observaran, como si estuvieran planeando algo en mi contra. Los humanos normales temerían estar bajo la presencia de la sombría noche, y por supuesto tendrían la más leve gota de curiosidad en saber por qué se encontraban en aquella situación sin la más leve información propia; pero algo me hacía sentir que no era humana, como si perteneciese a otro mundo, a alguna especie rara, adjudicándoselo al único recuerdo que prestaba mi cabeza: se asemejaba a un cuarto.
Un cuarto oscuro con cortinas, paredes, muebles, ropa, y restos de color negro. En esa habitación se encontraba la sensación, la presencia de alguna criatura. Recuerdo estar en esa habitación, recuerdo esa noche ver la luna llena y sentir en mi cuerpo unas ganas de matar, de aprisionar a alguien; algo me cubría todo el cuerpo, la sensación de apoderarme lentamente poco a poco de la vida, de la fuerza vital, de lo que más quería. Esa sensación corría por mis venas del modo que lo hace la sangre. Esa sensación de querer beber la sangre de mi verdadero amor, al cual daba la impresión que amaba y por ese motivo necesitaba tener su piel, su cuerpo sobre mí, su piel blanca y pálida, mi boca presionando contra su cuello, siendo capaz de arrebatarle la vida en más ni menos que pocos segundos.
Esperaba que eso no fuese más que un recuerdo, una sensación, un sueño, no me creía capaz de asesinar a alguien; no me creía capaz de apoderarme del alma de otro ser y menos si era el ser que amo, pero no encuentro forma de explicar entonces el motivo de aquello: sólo podía resolverse en cuanto supiera mi verdad, en cuanto me diese cuenta de lo que era de verdad, entre esos sentimientos mezclados, ese desorientado recuerdo. Me dirigí hacia el final del bosque, decidí encontrar una carretera, un camino, una casa o cabaña, algo que me ayudara, algo que me diese respuestas. en el caminar por la noche, en el paso de la luna, podía notar cuándo me sentía viva y cuándo no. Bajo las copas de los árboles me sentía muerta, bajo la luz de la luna me sentía viva, me sentía en plenitud después de caminar horas por las profundidades del bosque, por el interior de una cueva. Me percaté que ya estaba el crepúsculo en el cielo, la noche se iba y el día se aproximaba. Lo curioso fue que al salir el sol mi piel blancuzca tomó color moreno, color no pardo ni mestizo, moreno, color de piel aborrecedor; un color de ojos no negros sino cafés y el cuerpo comenzó a entibiarse, el frío de mi piel se desvanecía como si el sol fuese mi mayor enemigo y yo necesitase cambiar completamente para evadirlo. En lo que el día ya era notorio pude distinguir a lo lejos de aquel camino de tierra, tejados de casas y un cartel de Bienvenidos a DarcksPolis. Una ciudad, pensé, un pueblo, lo que sea. Estaba salvada. En ese cartel decía "Bienvenidos a DarcksPolis en las afueras de forx, Población 1.000 habitantes (ciudad mítica)". No me sentía tan segura estando en ese lugar, pero al ver lo grande que era y que vivían allí tan pocas personas me dispuse a buscar ayuda.
Las únicas personas que pude distinguir estaban dentro de una cafetería. No vi a más nadie allí, sólo noté a algún que otro perro. Caminando con mis ropas por ese pueblo me sentía rara. Portaba un pantalón estrecho negro, botas de plataforma negras con pinchos plateados y hebillas, camiseta de un grupo de música llamado My Chemical Romance, pelo suelto con un cerquillo, ojos y labios pintados, los ojos color negro y los labios color rojo sangre, y ese peculiar collar que parecía un símbolo extraño, se asemejaba a dos lunas. Qué aspecto tan tétrico portaba, capaz que era ése el motivo por el cual todos me ignoraban -pensé-, capaz que pertenezco a alguna clase de clan malvado, pensé. Y fue entonces cuando le oí.
-¡Hola!
Escuché que alguien susurró detrás de uno de los callejones pequeños del lugar. Con temor a acercarme continué mi camino
-¡Hola Sid!, ¡hey Siiid! -rechistó una voz desde el callejón
Con miedo me puse en camino hacía ahí. Un muchacho vestido de forma particularmente parecida a mí salió de la oscuridad y me abrazó.
-Hola, ¿Quién eres? Pregunté, con un tono medio dudoso, luego de aquel cálido y sorpresivo abrazo.
-Sid, ¿Por qué me preguntas quién soy?. Estuviste 24 horas fuera del pueblo y regresas y sólo no sabes quién soy.
-¿Mi nombre es Sid?
-No, tu nombre es Sidney pero acostumbramos a decirte Sid de cariño ¿Qué te pasa?
-Creo que no recuerdo quién soy, que no recuerdo nada de mí. ¿Tú quién eres?
El joven me miró fijamente, tratando de saber si creerme o no, creo que mi pregunta logró perturbarlo un poco.
-Dante.
El joven agachó su cabeza dándome la sensación de que no se sentía tan feliz al saber que no recordaba quién era. Definitivamente me conocía, supongo que me ayudaría completamente a recordar todo. Por algún motivo sí tenía la idea que lo conocía.
-Bien Dante, ¿eh? ¿Me dices en dónde vivo o algo más sobre mi persona?
-Sid, no sé qué quieres saber pero deberías estar en tu casa, se está por poner el sol y no es seguro que estemos aquí cuando oscurezca.
-¿Por qué? -al oír las palabras de Dante sentí miedo, como si yo ya supiese las razones de por qué. Decidí que no sería bueno preguntar el porqué, no debería estar allí, así que sólo lo seguí. Persistía en mi la sensación rara de haberlo visto antes. La hermosura del joven, su piel blanca, pálida,  y sus cabellos negros me hacían recordar a aquel ser, aquel ser que yo sentía amar pero que en mi sueño sentía las ganas de matar. En ese sueño recuerdo una visión en la cual me apoderaba del alma del joven. Me sentía placentera por completo estando a su lado y con Dante me sentía igual de placentera. Me recuerda ese amor, que no sé quién es, así que sólo pensé que podía ser él. Pero a todo eso también se sumaba el miedo a que en la noche todo se volviese como la noche anterior.
-Tu sensei temía que te hubiesen capturado y que nos hubiesen descubierto -murmuro con voz muy baja al ver, al percibir mi silencio. Mi mente no dejaba de hacerse tantas preguntas sin respuestas.
-Podrías explicarme bien, no entiendo en lo más mínimo nada de lo que me dices.
-En unos minutos verás -y todo se calló nuevamente.
Eso fue todo lo que dijo. Sentí miedo por lo que me pudiese pasar en los próximos minutos, pero estaba muy segura de que este joven no me lastimaría en lo más mínimo. Sentía en su mirada amor y ternura. Al recibir su abrazo lo sentí placenteramente, como si él tuviese miedo de perderme, como si estuviera protegiéndome de todo lo malo que se sentía en el aire de Darcks. Pero cuando la luna llegó a su punto máximo y la oscuridad se hizo espesa, miré al chico y era más pálido, sus ojos cambiaron. Sus ropas negras eran más oscuras y brillantes y su piel se sentía demasiado fría. De su boca se asomaban unos colmillos blancos y muy filosos. No me quedaban dudas de que el joven era un vampiro, pero él era exactamente lo que yo la otra noche me pregunté, si yo era un vampiro. La respuesta la tuve en el mismo momento.
Mi cuerpo empezó a cambiar exactamente igual que el de Dante. Mi piel se puso pálida de un momento a otro. Mi cabello negro se hizo más largo y de mi boca se asomaban unos colmillos también blancos y filosos. Sentía mi piel fría y el alma desvanecerse de a poco, me sentía muerta como un alma en pena, pero la respuesta a mi pregunta se hizo conclusa: estaba en el borde por completo de saber todos los porqué, todos los cuándo. Toda mi vida se reflejaba en un solo recuerdo.
-Ya ves, esto es lo que somos ahora los dos. Esto es en lo que me convertí gracias a ti, pero ahora ya se hizo tarde, debemos irnos, ¡corre!
No había notado lo rápida que era, más veloz que el ojo humano; pero en el camino hacia una puerta gigante le pregunté: -¿De qué huimos?

 
-Huimos de los humanos, nos han estado persiguiendo y tratado de capturar. Supuestamente los humanos y los vampiros no nos llevamos.
Una cara de tristeza me pegó en el alma. Me llevaba de la mano hacia una casa dentro de unos muros lejanos. Una cantidad de gente se acercó en cuanto nos detuvimos. Me miraban con felicidad como si me estuvieran esperando, pero no lograba saber bien quiénes eran. Supuse que eran mi familia cuando sus abrazos parecían ahogar mis pensamientos, como lechos de rosa el sueño. Me sentía tan cómoda; eran todos como yo. Aquel pensamiento negativo de que me sentía una criatura, un monstruo, es algo completamente loco de la realidad. Ver gente como yo me hizo meterme en mi mundo. Traspasé esa barrera de lógica completamente. Lo único que me quedaba por saber era la razón de por qué me había despertado en la nada, de la nada, en un lugar completamente desconocido, sin saber quién era. Ésa era la única duda que me perturbaba, así que decidí preguntar.
-¿Por qué me fui?
-¿Cómo te fuiste, eh Sid! Tu corriste y corriste y pediste que no te siguieran.
-¿Por qué, madre?
-Sid, amor. Tu amas demasiado a Dante y él era un humano.
La voz de esa dulce mujer me hizo recordar quién era, recordarla a ella, ¡sí, mi madre! Recordarla a ella es como, no sé, sentirse muy puro.
Mi madre no sólo me hizo retomar mi recuerdo de ella, sino que también me hizo retomar todos mis recuerdos. Hace tres años atrás, cuando recién llegamos con mi familia al pueblo, en el día yo me veía como una humana normal, iba a estudiar al colegio de las afueras en donde había muchos humanos y en el cual sentí que mis sentimientos eran eternos como mi vida. Sentí que siempre me veía como el reflejo de la maldad personificada, me sentía un monstruo, pero entonces fue cuando me enamoré del humano más perfecto de todos, quien era completamente diferente. Con el tiempo se convirtió en la persona más importante de mi ser por quien daría mi vida, por él estaría dispuesta a enfrentarme a la corte suprema de vampiros. Si él supiera sólo que yo solo bebo sangre animal, ya que la de humano es una debilidad para mí. Probar sangre humana es algo que no controlo... el ansia de mi sed eterna, de mi sed loca.
Cuando conocí a Dante me enamoré perdidamente de él, y la sola idea de que es un mortal me tenía como loca. Con el correr del tiempo nos convertimos en mejores amigos, y hasta más de eso. Comenzaron mis cambios de actitud repentinos y mis alejamientos de él al sentir ganas de beber su sangre, su plenitud eterna de vida. Me sentía un monstruo por ese hecho, por no poder ser como él. Con los años que pasaron el hechizo de nuestro amor se fue enlazando,  con los días, meses y años. Ese amor, esa chispa del elixir como unas drogas pasionales hacían dura la idea de que, el día que él se enterase de la verdad, se alejaría de mí para siempre. Pero el momento llegó.
Una tarde nos dirigíamos a casa y nos entretuvimos en la suya cuando no noté que la noche cayó de repente aplastando sobre mí, causando que mi transformación fuera instantánea. Me dolía el pecho por el dolor y el miedo de pensar que mi único amor me odiaría, así que lo único que hice fue tratar de irme y despedirme con lágrimas en las pupilas. Al escuchar que me dijo "¡Conviérteme!", por un lado sentí miedo, pero por el otro no pude evitar preguntarle si estaba seguro de lo que decía. Era obvio que todas las historias que le había contado de vampiros hicieron que no le asombrara en lo más mínimo y que me quería demostrar su amor con el acto de ser igual a mí, con el acto de transformar su vida de siempre en una vida confidencial. Acto seguido le pregunté si estaba seguro; al saber que sí, al ver su gesto de total seguridad,  proseguí... me acerqué a su cuello, pensando que iba a pasar rápido y me iba a controlar, pero me pasé un poco. Ese sabor era como un elixir de placer que me recorrió todo el cuerpo. No sabía qué iba a pasar, pero su sangre sabía increíble, sabía a lo más hermoso que podía pasarme. En el instante que pude detenerme pude ver como él se retorcía por el poderoso dolor que le provoqué... luego sólo pude pensar en correr y correr, no mirar hacia atrás, sólo seguir.

Texto e ilustración: Carolina Mentaste

* * *

Una voz en la oscuridad

Doce de la noche en punto. El reloj de pared sonó tan fuerte que me molestó un poco, pero quienes estaban durmiendo no parecieron notarlo.
Mi hermanita pequeña, Narcisa, me pidió para recorrer la casa, ya que no podía dormirse. Acepté con gusto, últimamente me costaba dormir, aunque ya me acostumbraba a no hacerlo.
Caminamos sigilosamente, recorriendo cada habitación y viendo los rostros serenos de aquellos que estaban durmiendo.
Mi padre y mi madre siempre nos enseñaron a Narcisa y a mí a ser sigilosas y a guardar silencio porque a veces eso era lo que determinaba nuestro destino.
Fuimos a la cocina. Mi hermana sentía hambre, un hábito que antes nos delataba al mundo fuera de esta casa, que en parte era nuestro hogar… y a la vez una prisión.
Tomamos unos alimentos de la heladera y nos escondimos en un rincón. Ella comía gustosamente y los restos de comida caían bajo su cuerpo. Desvié mi mirada hacia la ventana, donde vi por última vez la figura de mi padre yéndose, escapando de los soldados que sacaban de sus casas a las familias y las separaba, sin poder volver a reunirse.

Suspiré amargamente al recuerdo de mi madre, que lloraba desconsoladamente por él y por nosotras cuando nos escondió en el ático antes de que la llevaran lejos de Narcisa y de mí.
Una ola de rabia y tristeza me recorrió al evocar la noche en que sentíamos tanta hambre que bajamos a la cocina sin acordarnos que nos buscaban. Fue entonces que arrojaron fuego a la casa, incendiándonos con ella. Mi hermana lloraba a mi lado, abrazándome, pero en todo momento acaricié su rostro sonriéndole, hasta que el humo y el fuego nos llevó hasta aquí.
Durante siglos esta casa ha ido cambiando de propietarios, han pasado por ellas muchas familias, pero todas la fueron abandonando al poco tiempo de mudarse ya que al saber de nosotras, y al vernos sorpresivamente, gritaban de horror.
Pero permaneceremos viviendo aquí, con cada familia que ocupe esta casa, en espera de que nuestros padres regresen.

La luz del sol comienza a subir bañándonos con su brillo. Abrazo a Narcisa, acariciándola, hasta que empecemos a desvanecernos como todas las  mañanas.

                                                    Yanaina Irrazábal




 * * *

La misteriosa muerte de Elisa

Cuando desperté estaba empapado en sangre, pero… al parecer no era mía sino de otra persona; era raro, todo se veía igual. Cuando me levanté, ella, mi hija, ¿estaba muerta o simplemente dormida? En ese momento no me atrevía a confirmarlo, sólo sentí un terrible dolor en el pecho, de angustia, temor, o tal vez tendría alguna herida o simplemente era por creer que ella, Elisa, estaba muerta.

Según Elena yo no había tenido nada que ver con la muerte de Elisa. Pero no era de esperarse más, Elisa era mi hija. Sin embargo las autoridades no dijeron lo mismo, la mayor cantidad de su sangre estaba impregnada en toda mi ropa. Solamente pensé en cómo alguien podría creer que yo hubiera matado a Elisa. Sólo una mente turbia y completamente despiadada sería capaz de pensar eso. Sarah comenzó a golpearme, a empujarme… Yo creí que tal vez ella, Sarah, estaba loca. Cuando el juicio terminó yo ya no estaba, es decir, Mirtha me había matado. Yo no sé que era ella de Elisa o de Sarah, en realidad Sarah siquiera era su madre o hermana. Tal vez todo comenzó el día en que Elisa despertó muerta.

Elisa siempre fue una niña amigable y buena, aunque no todos dijeran lo mismo. En realidad ella no era una niña santa, pero tampoco fue tan mala como para matarla, e inclusive ya hacerle algún daño hubiera sido despiadado.
Tampoco tenía muchos amigos, ni era una gran emprendedora de tareas, pero no era la típica niña poseída por Satán.
Siempre fue tierna y cariñosa con aquellos a quienes quería, aunque eso implicara que con 11 años quisiera dormir con su madre, o que algunas veces quisiera que la lleváramos juntos a la escuela sabiendo que nosotros, sus padres, estábamos separados… luego de su trágico homicidio y el mío ella quedó viuda…

Sólo sé que ya han pasado algunos años de esa trágica noche. Todo comenzó el viernes 15 de Junio a las 21:15 (13 minutos antes de su muerte).

Elisa recién había llegado de una matinée a beneficio del viaje de fin de año de la escuela… Yo estaba un poco tomado pero lúcido. Sé que ella se bañó, comió algo y luego hablamos un largo rato; luego de eso me desperté lleno de su sangre. Sé que no habíamos discutido ni nada por el estilo. Toda ella era perfecta… su luz, su encanto, su ternura… toda, absolutamente toda.

Pero la Policía hizo sus propias especulaciones, que fueron tan terribles como para concluir que el culpable era yo, su propio padre.

-Ficha de defunción:
Apellidos: Preporené Altornois
Nombres: María Elisa
Edad: 11
CI: 4.443.882-4
Causa de muerte: 5 heridas profundas de objeto contundente, entradas entre la 3º y 4º costilla, abdomen, doble entrada en el esternón y entrada y salida en la base del cuello.
Enfermedades: Arritmia severa

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Todos dijeron que fue mi esposo, yo ya no sé qué creer, él estaba lleno de su sangre… eran los únicos días en que él estaba con Elisa. ¿Cómo pudo haberlo hecho? No me lo explico. Pero de algo estoy segura, Carlos no fue.
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Aun no sé quién es Carlos y, como es de esperarse, ella no es Sarah.

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Cuando llegué a buscar a Elisa, porque la madre no podía ir a buscarla, encontré al padre lleno de sangre y a Elisa tirada en el piso, y posiblemente muerta. ¡Ay, pobre niña de Dios! (sollozo). Nadie merece morir así.
Ver esto me aterrorizó y salí corriendo directamente hasta mi casa a llamar a la Policía. No sé por qué él habría matado a su propia hija, es algo que no se puede perdonar, ni volver a ver. ¡¡Pobre niña!! (Llanto)

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Todo el mundo creía que había sido yo… menos Elena; nunca me contó el porqué de su confianza en mi inocencia, y yo tampoco tuve demasiado tiempo como para preguntarle, puesto que después de lo sucedido con Elisa ocurrió mi muerte, así que tampoco tuve tiempo de preguntarme por qué y cómo la maté, ni me pude arrepentir de lo que supuestamente había hecho… Lo que más me inquieta es que no pude saber la verdad, pero sigamos con el relato, que no los detenga el pensar cómo yo, estando muerto, pude haber escrito este relato, o cómo misteriosamente llegó a tus manos este texto; 
probablemente estés pensando que la persona que te lo dio no era ni más ni menos que yo pero, claro, para esto tú también deberías estar muerto. O que tal vez nuestro mundo es un mundo muerto, y tal vez ya no exista vida entre nosotros y por eso nadie nos nota.

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Todos, absolutamente todos, me culpaban, y yo ya estaba comenzando a creer que había matado a Elisa. Todo me inculpaba: mi camisa con su sangre, mis huellas digitales en el puñal, mi ADN en su interior.
Pero esperen, ¿quién dijo que yo la violé? ¿Acaso sí lo hice? Esto sí que es novedad. Lo cierto es que jamás logré saber por qué Mirtha me mató, ni entendí que Sarah me hubiera golpeado, gritado y salivado.
Mirtha era una completa desconocida, a la vista de todos ella me conocía muy bien, pero no es así, y ya que no era nada de Sarah, tampoco yo la conocía, ni era conocida de Elisa, por lo tanto no sé qué pensar sobre la maldita de Mirtha.
Elena aún me sorprende, creyó en mí hasta el fin. Ella era mi esposa, no Sarah… es más, yo no conozco a Sarah.
Lo cierto es que Mirtha no era mujer, sino que era trans… y que Sarah era la verdadera madre de Elisa .
Lo bueno es que yo no la maté siendo su tutor, sino que Elena supo que yo la engañaba con Mirtha, pero tú ya sabes que eso no fue posible.
Además, algo que no he comentado es que en realidad no soy hombre.
Pero si nadie fue, entonces ¿quién es el asesino de Elisa? Seguramente lo que tú debes o deberías estar pensando…
¡¡Elena‼ íi, por supuesto, la mujer que siempre confió en mí. ¡Ella fue la que mató a mi niña, quien me hizo beber esa horrible noche hasta embriagarme!, pero antes de eso, colocó un sedante en mi bebida… ¡ella se puso mi remera, apuñaló a mi hija y así me incriminó!

Pero claro, tú debes estarte preguntando por qué, ¿por qué me incriminó? Es imposible también que yo la haya ultrajado, es decir, ¡nadie lo hizo! Elena… ella tiene contactos con la Policía y supo utilizar eso muy bien. Mirtha me mató pensando que yo era hombre y que había asesinado a su hija. ¡La pobre creyó que lo había hecho, y no dudó un segundo en vengarse!

Sí, lo es. Es una historia compleja, pero lo que sé es que terminé muerto en la segunda silla a la derecha, frente al juez, con mi abogado a la derecha y con el policía a mi izquierda.
Ahora, cómo llegó esta historia hasta tus manos es un misterio, ¿cómo es que esta historia puede ser contada y escrita si en realidad estoy muerto? ¿Cómo es que alguien la escribió, si el único que sabe la verdad soy yo? Tú ahora debes tener presente que mi vida y muerte están plasmadas aquí; tú serás quien lleve mi historia… para siempre.

Lo único que está claro para todos es que Elisa está tres metros bajo tierra y viendo cómo crecen los gusanos.


Noelia Balbi

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